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Debajo

Debajo de la espera, de la esperanza, del hartazgo. Debajo de los intentos, de los pretextos, de las excusas. Debajo de las tardes y los bostezos, debajo del insomnio y de la somnolencia. Debajo del aburrimiento y de la hiperactividad. Debajo del sol, el que entibia y acompaña y debajo de ese otro sol, que es egoísta y desubicado, el que llega en momentos de desolación, impertinente, inoportuno. Debajo de los berrinches, debajo de la ira, debajo de las batallas perdidas y las no libradas, debajo del cansancio cuando se torna impronunciable. Debajo de la falta de ganas, debajo de las palabras amontonadas como colillas de cigarrillos fumados en un pasado que ya no me representa. Debajo del deseo, debajo de lo posible, debajo de lo mucho que —a veces— todo cuesta. Debajo de todo lo espeso, pero también debajo de lo otro; de las caricias, de las canciones, de nuestros platos sobre la mesa, de los guiños, del mantel, de este microclima plural, personalísimo. Debajo de las largas caminatas que no resuelven nada, pero alivian algo. Debajo de lo que irrita, debajo de lo que pica, debajo de lo indigesto. Debajo de saberse irremediablemente, afortunadamente, irrevocablemente otro. Debajo de los libros no leídos, de las cartas no enviadas, de las conversaciones imaginarias. Debajo de la cobardía, debajo de la determinación. Debajo de las hornallas encendidas, debajo de las recetas. Debajo de la olla que se quemó, debajo del pensamiento que me atrapó mientas la olla se quemaba. Debajo del ingrediente que sigue faltando, debajo del "ya falta poco". Debajo de esos días, semanas, meses en que no escribí nada, ¿no escribí nada? Debajo del látigo inútil e implacable. Debajo de la búsqueda tenaz, desesperada, caníbal de una tregua. Debajo de los papelitos y los pendientes. Debajo de la culpa, debajo del espanto ante la ausencia de culpa. Debajo de la pregunta que no quiero hacerme, debajo de la respuesta que no es necesaria. Debajo de los olvidos, debajo de los descuidos, debajo de las decisiones. Debajo del silencio, debajo de la insistencia, debajo de la fe.

Debajo de lo quietísimo; las estatuas, la pantalla negra, la conexión caída. Aunque parezca que no, debajo de todo  siempre, pero siempre algo crece.





Comentarios

  1. Es que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado.
    54 🤗

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Maldita

Creo que estoy maldita. Trabajé tanto tiempo, tantos años en gastronomía. Años en los que no existieron para mí los fines de semana, los cumpleaños propios ni los ajenos, los aniversarios, los recitales, las obras de teatro, las reuniones porque sí. Yo era la que faltaba siempre o la que llegaba tardísimo a los encuentros, rota y peor que rota, sobria. Porque no hay nada peor que llegar a una fiesta donde el alcohol gira desde hace horas, sobria. Años de vivir a contramano, en que el único día de descanso era un lunes, o un martes, con suerte: un domingo a la noche. Años de entregarle mi vida al servicio de otros, atender a otros, que se sientan a gusto; festejos de otros, borracheras de otros, citas de otros, días del amigo de otros. Cualquiera en su sano juicio diría que no desea volver a eso, tan tortuoso, tan esclavo. Pero yo no. Por eso digo que creo que estoy maldita. Me pasó desde el cierre de Espiche , último bar en el que trabajé y en el que acompañé codo a codo a mi marido

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Cada vez me peleo más con la idea de “escritor favorito”, como si tener un escritor favorito fuera algo definitivo, cerrado, para siempre. Mi escritor favorito es Fulanito de tal y nadie más en el mundo habrá que me haga sentir lo que me hacen sentir sus textos . Nadie más habrá. Que nadie más escriba nada, entonces. ¿Para qué seguir leyendo? Mas bien creo que en la vida uno tiene muchos escritores favoritos, que van cambiando, suben y bajan en los top ten personales según la edad que tengamos y lo que nos esté aconteciendo al momento de leerlos. Sin embargo, hay escritores que para mí entran en otra categoría. Y a no se trata de calificarlos como más o menos favoritos, eso sería demasiado simplista. Son escritores que atraviesan todo. Se meten en nuestra vida de una manera rotunda, son como familiares a los que no vemos en persona pero visitamos mucho más seguido que a ciertos familiares a quienes sí vemos en persona. Tenemos con ellos conversaciones mucho más interesantes que con ci